La fortaleza que guarda las puertas de Bretaña
Con el cambio de milenio, en el siglo XI se construye el castillo de Fougères para asegurar la defensa de la parte noroeste de la zona fronteriza del Ducado de Bretaña, las Marcas de Bretaña. La función de esta primitiva fortaleza, ubicada en plena encrucijada de las principales rutas comerciales de la época, era supervisar a los poderosos pueblos vecinos e impedir que invadieran el territorio bretón. Al norte, la zona de Normandía pertenecía a los reyes de Inglaterra, ávidos de nuevas tierras. Al este, Anjou y Maine se encontraban bajo el dominio de los reyes de Francia que aspiraban a consolidar su dominación del reino.
Fougères es, por tanto, una de las piezas clave del sistema de defensa fronteriza del Ducado. Durante cinco siglos, el castillo fue el escenario de grandes luchas de poder. La plaza de armas fue objeto de constantes mejoras, al servicio de las batallas y los señores que se iban sucediendo: los distintos trabajos que se realizaron la convirtieron en un verdadero instrumento de guerra, impenetrable ante los asedios y construido con las mejores técnicas de cada época.
Casi mil años después, el castillo de Fougères conserva hoy toda su esencia. Es la fortaleza medieval más grande de Europa en tan buen estado de conservación, además de un fiel reflejo de los principios constructivos de la Baja Edad Media. No solo eso, sino que fue testigo de grandes luchas y epopeyas que marcaron la historia de la Marcas de Bretaña, el Ducado de Bretaña y la historia de Francia.
Cinco siglos de construcción con madera y piedra
Emplazamiento – El castillo del Año Mil
En sus comienzos, Fougères se diferenciaba de otras construcciones feudales por su ubicación en el fondo del exiguo valle del río Nançon, protegido por colinas que a su vez estaban rodeadas de planicie. La construcción inicial, una mota castral, se realizó con madera alrededor del siglo XI. Los señores feudales de la época aprovecharon el emplazamiento elevado debido a un pequeño afloramiento rocoso, protegido por las marismas circundantes alimentadas por el río. En un meandro, construyeron el germen de la fortaleza actual. En el siglo XII, las primeras viviendas de piedra comenzaron a rodear las estructuras defensivas de madera.
1166 – El castillo de piedra
A finales del siglo XII, el rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet desembarcó con su ejército en Normandía, atacó el castillo y lo redujo prácticamente a cenizas. El barón Raúl II de Fougères, líder de la resistencia de los nobles locales contra las incursiones inglesas en el territorio de las Marcas, sufrió la cólera fulminante del monarca. Lejos de rendirse, emprende en 1176 la primera gran campaña de reconstrucción. Se construye el castillo con piedra.
Las colinas circundantes se utilizaron como cantera de esquisto, un mineral económico y abundante en la zona, con el que se realizaron la mayoría de las fortificaciones. El granito, más resistente pero también más costoso, se utilizó para las partes frágiles: puertas, ventanas y las bases de las torres y los muros. Se adoptó la característica forma de herradura de la planta para adaptarse a la orografía de la zona. Poco después se construyó el primer torreón, la torre de los Gobelinos. También se remonta a esta época la construcción de las torres de acceso cuadrangulares Coëtlogon y Saint-Hilaire.
Siglo XIII – Construcción del primer recinto
Los descendientes de Raoul II de Fougères y, después de ellos, los señores de Lusignan realizaron mejoras considerables en el castillo. El objetivo de estas campañas era reforzar las estructuras y mejorar la capacidad defensiva.
El castillo está compuesto de tres grandes recintos, tres patios, cada uno con una función distinta. El primero es la barbacana (l’avancée).El primero es la barbacana (l’avancée). Las dos torres que franquean la entrada son los únicos puntos de acceso para los asaltantes, de modo que quedaban acorralados en el cuadrilátero formado por las torres circulares y las cortinas. El foso que la atraviesa supone un obstáculo para avanzar. La puerta principal está protegida por estructuras de rastrillo y de sólidas hojas de madera. El puente levadizo, también de madera, franquea el río Nançon que sirve de foso ante la torre Saint-Hilaire. En caso de ataque, siempre existía la posibilidad de levantarlo o directamente destruirlo.
Las torres circulares, Hallaye, Guémadeuc y Coigny atestiguan la evolución de la arquitectura: la forma circular sustituye a la cuadrada, lo que permite vigilar y tirar eliminando el riesgo de los ángulos muertos, así como el refuerzo de las estructuras contra las máquinas de guerra.
Siglo XIV – El patio exterior, las cortinas y la torre Mélusine
Hacia el año 1350, el castillo pasa a ser propiedad del Conde de Alençon, hermano del rey de Francia. Se añaden nuevas construcciones al recinto, tanto con fines estéticos como de protección. El segundo recinto del castillo, el patio exterior (o basse cour), fue la parte más afectada por estos trabajos.
Este espacio amplio dentro del recinto amurallado es donde se desenvuelve la vida cotidiana medieval. También sirve de refugio para la población durante las guerras. Allí es donde se encuentra todo el material necesario para la actividad militar (caballerías, herrerías, barracones, graneros) así como el lugar de residencia del señor feudal: la casa señorial. Marie d’Alençon, viuda del conde Carlos II de Alençon y madre de Pedro II de Valois, su heredero, emprendió un programa de reforma de gran envergadura en la casa señorial: el gran salón de banquetes y la capilla debían mostrar la riqueza y el poder de los señores. Lamentablemente, estas obras prácticamente han desaparecido y solo quedan algunos vestigios.
Años más tarde, Pedro II de Valois y su hijo Juan continuaron las reformas hasta comienzos del siglo XV. En esta campaña de mejora se reforzaron las murallas en altura y anchura y también se construyó el segundo torreón, la impresionante Torre Mélusine. Con el paso de los siglos, la ejecución de estas obras se atribuyó equivocadamente a la familia Lusignan.
Las grandes obras de los Duques de Bretaña
En la década de 1430, la fortaleza pasó a las manos de los Duques de Bretaña. El castillo, un elemento clave en la defensa de las fronteras, fue sometido una vez más a grandes reformas. La Poterna y las torres de Amboise están en su haber.
Tras la toma de la villa por Surienne en 1449, se realizaron nuevas reformas. Con el fin de mejorar todavía más la defensa del frente sur y protegerse de los posibles efectos de las armas de pólvora, mandaron construir las dos impresionantes torres Raúl y Surienne, un ejemplo magnífico de las torres de artillería del tramo final de la Edad Media.
El fin de la Edad Media – destrucción y modificación
En 1532, el matrimonio de Claudia de Bretaña, hija de la duquesa Ana, con el rey de Francia Francisco I, puso fin a varios siglos de codicia y enfrentamientos. A partir de entonces, el Ducado quedó vinculado al reino, la frontera de la Marca de Bretaña perdió su interés estratégico y, por extensión, lo mismo ocurrió con la fortaleza de Fougères. Durante todo el antiguo régimen, pasó por las manos de diversos gobernadores militares, en ocasiones carentes de excesiva preocupación por su conservación.
Sin embargo, el edificio está construido para perdurar y los elementos arquitectónicos militares se conservan, a veces en detrimento de los espacios residenciales. A finales del siglo XVIII, el castillo se utilizó para albergar una prisión. Pasó a ser propiedad del Barón Pommeroeul. En el siglo XIX, el gran patio exterior se convirtió en un inmenso jardín de recreo. Se instaló un museo en la torre Mélusine. Con la Revolución Industrial, se estableció también una fábrica de calzado en el castillo. En este contexto, Fougères pasó a convertirse en una capital industrial y no logró evadir el apogeo de las fábricas.
Restauración y apertura al público
En 1892, el ayuntamiento adquiere el castillo, clasificado como monumento histórico desde 1862. Se llevaron a cabo grandes campañas de limpieza. De hecho, si bien se conservó en gran medida el aspecto original del edificio, fue necesario reparar algunas cortinas y reconstruir muros. Se eliminaron las transformaciones del siglo XVIII y el castillo se abrió al público.
Las primeras excavaciones arqueológicas de 1925 sacaron a la luz las ruinas de la casa señorial. El castillo alberga colecciones museales y, desde 2009, una visita interactiva. En la actualidad miles de visitantes descubren el castillo cada año.
La gran calidad de la conservación del edificio y la ejemplaridad de las construcciones lo convierten en un lugar privilegiado para indagar en la historia medieval. Muchas personas, desde los personajes más ilustres hasta los meros constructores, dejaron un rastro vívido y conmovedor en los muros de esta fortificación.